Estados Unidos y México van a predominar la Copa Oro mientras exista ese torneo que, además de la intensa rivalidad entre las selecciones de aquellos países, produce millonarias ganancias. Dominarán y se repartirán el trofeo, mientras las selecciones caribeñas, por ejemplo, no progresen en la práctica del futbol.
No obstante, por sobre el interés económico, todavía pueden apreciarse conductas de vergüenza deportiva, frustración por la derrota en una final, lo cual se advirtió en jugadores de EU como el talentoso mediocampista Bradley y el enjundioso delantero Pulisic, que fue un constante dolor de cabeza, ayudado por los defensores mexicanos que se vieron torpes, a lo largo del partido final, la noche del domingo.
En Pulisic, jugador buscado por equipos de Europa, fue más pronunciada la amargura por no haber obtenido el título Copa Oro. No cabía en sí mismo. Manifestaba extravío a pesar del consuelo que le otorgaba, paternalmente, el entrenador de los mexicanos, Tata Martino, conocido en el medio estadounidense.
Esto es sólo el preámbulo para destacar, por mi parte, la sobresaliente actuación del mexicano Rodolfo Pizarro, militante en Rayados de Monterrey.
Considero que Pizarro fue el mejor jugador mexicano, no el único, pero sí el que determinó la victoria del Tri, pues con su juego codicioso, habilidoso y de gran picardía, fue capaz de sacar de equilibrio a toda la defensa de EU, cada vez que lo intentó.
Pizarro se dislocó el codo izquierdo, pero los médicos le normalizaron la coyuntura y siguió para el segundo tiempo, para fortuna nuestra, pues una de sus tantas coladas al área enemiga, dio lugar al gol del triunfo.
Disfruté le desempeño de Pizarro, no así el del 9, Jiménez, pero nadie es perfecto, ya que el grandulón se sacó la espina con el “taquito” para el gol de Jonatan dos Santos que, vale decirlo, fue un prodigio de ejecución toda vez que el balón le quedó incomodísimo para un disparo ideal, lo cual pudo arreglar para consumar un ¡golazo!
Copa Oro, no es un torneo “molero”. Lo será para quien carezca de pasión para enfrentar un compromiso. Lo será para la prensa mexicana que insiste en el desprecio del torneo regional, lo cual suele olvidar cuando los “verdes mexicanos” se alzan con un triunfo, como la noche del domingo, cuando todos los especialistas se arrogaron la alegría por la victoria conseguida.
Los estadounidenses aceptaron con amargura la derrota, precisamente porque su idiosincrasia así lo dispone: ganar, sí o sí. Acaso esa sea la diferencia, a veces, entre sus victorias y nuestros fracasos.