“Para el artista dibujar es descubrir”, decía John Berger. En 1945, una dibujante y pintora húngara judía, que sobrevivió a la persecución durante la Segunda Guerra Mundial escondida en la casa de una familia católica y aristocrática, presenció el juicio del tribunal del pueblo a los jerarcas nazis. Margit Eppinger Weisz fue la única artista autorizada a plasmar las miradas y reacciones de los siete criminales que fueron juzgados y condenados a la horca. Sentada en uno de los palcos de la sala de conciertos de la Academia de Música de Budapest observó impactada cada declaración de los responsables de la muerte de más de quinientos mil judíos en Hungría, y convirtió a sus dibujos en testimonios visuales no solo de ese suceso histórico, también de su existencia.
Para el artista dibujar es descubrir, y nosotros, como espectadores, descubrimos a Margit Eppinger Weisz a través de sus dibujos en blanco y negro. Expuestos en la Fundación Osde hasta el 27 de abril en una imponente muestra retrospectiva curada por Cecilia Rabossi que recorre toda su obra, en diversas técnicas y formatos, desde los años 20 hasta las últimas pinturas que hizo en la década del 70. Volviendo visible a la artista que en 1948 se radicó en Buenos Aires y, recién hoy, en 2019, tiene en Argentina, con la exposición Travesías que reúne más de ochenta obras, el reconocimiento que merece.